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¿Las experiencias de amor en la infancia afectan nuestra capacidad de amar como adultos?

  • Maru Vélez
  • Mar 25
  • 4 min read

Los seres humanos nacemos completamente vulnerables y dependemos de figuras de cuidado para a sobrevivir y satisfacer  nuestras necesidades básicas de afecto y cariño. A través de estos cuidados, es como se desarrolla el vínculo emocional que se establece entre los niños y sus cuidadores, cuya función es  proporcionar un sentimiento de seguridad y protección. Este vínculo es conocido como “apego”.


La base de este vínculo se encuentra en la capacidad de la madre para responder  a las necesidades del niño. Las madres que responden al llanto del bebé y satisfacen sus necesidades ya sea de alimentación, frío o incomodidad promueven un tipo de apego seguro. En cambio, las mamás que no pueden prestar atención a sus hijos y, por lo tanto, no logran satisfacer sus necesidades, fomentan un tipo de apego inseguro.


La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, así como algunas investigaciones como la de Hazzan y Shaver (1994) sugieren que las experiencias de apego en la infancia, influyen en la forma en que las personas se relacionan con los demás en la edad adulta. La calidad de las relaciones de cuidado tempranas, puede establecer patrones de comportamiento que se repiten en las relaciones posteriores.


Tipos de apego

A continuación se explican los tipos de apego que se conocen, su desarrollo en la infancia y su influencia en la edad adulta.


Tipo A: Apego evitativo

Los niños con este tipo de apego tuvieron madres  poco sensibles a sus necesidades que evitaban la cercanía emocional. Como resultado, aprendieron a suprimir sus emociones y evitar la búsqueda de apoyo.

De adultos, estas personas suelen evitar la intimidad y no se abren emocionalmente a los demás. Se muestran independientes y no les gusta que su bienestar emocional dependa de alguien más. Suelen ser distantes en las relaciones  y evitan el compromiso; prefieren la autonomía a la intimidad.


Tipo B: Apego seguro

Este tipo de apego se asocia con madres altamente responsivas a las necesidades de los niños, que son capaces de responder a sus señales, lo que proporciona un sentimiento de seguridad y confianza en el niño.

Las personas adultas, con estilo de apego seguro, suelen tener relaciones sólidas y estables. Se sienten cómodas en la intimidad y con el compromiso, confían en sus parejas y pueden establecer una comunicación efectiva con ellas. Este tipo de apego se relaciona con un desarrollo social y emocional saludable.


Tipo C: Apego ansioso/ambivalente

Este tipo de apego está asociado a la inconsistencia en la responsividad de la madre a las necesidades del niño. A veces está disponible y otras veces no, lo que genera mucha ansiedad. Esto puede provocar una necesidad de búsqueda de atención y dependencia hacía la madre.

Los adultos con apego ansioso, tienden a buscar de manera constante la aprobación y la demostración de afecto por parte de sus parejas y, a menudo pueden intimar de manera intensa, lo cual puede ser percibido  como agobiante y demandante, ya que las parejas sienten que el bienestar de su pareja depende exclusivamente de ellos.


Tipo D: Apego desorganizado

Este tipo de apego se relaciona con frecuencia con experiencias de cuidado traumáticas o contradictorias. Las madres suelen ser impredecibles o amenazadoras. Esta falta de coherencia en las respuestas de la madre puede llevar a un comportamiento desorganizado en el niño.

Este tipo de apego en los adultos, puede llevarlos a comportamientos contradictorios en sus relaciones, buscando compañía pero rechazándola cuando la tienen.


El apego que se desarrolla en la infancia, permanece a lo largo de la vida y es relativamente estable, aunque puede ser modificado. Hay investigaciones que sostienen que existe una relación entre el tipo de apego y las relaciones de pareja en los siguientes aspectos:


Estilo de comunicación: Las personas con apego seguro tienden a mantener una comunicación clara, expresando sus sentimientos y necesidades, mientras que, generalmente los otros tipos de apego enfrentan problemas en la forma de comunicarse.


Autopercepción: Ayuda a construir una imagen del “YO”, el valor que se tiene como persona y qué tanto se merece ser amada y cuidada.

Las personas con un apego seguro están seguras de ser valiosas y merecedoras de amor y cuidado por parte de sus parejas, mientras que las personas ansiosas tienen el temor de no ser tan importantes para sus parejas. Por su parte el estilo evitativo prefiere la independencia a sentirse valioso para su pareja.


Manejo de conflictos: Las personas con apego seguro, suelen tener un enfoque constructivo al conflicto, mientras que los de apego ansioso pueden dejarse llevar por sus emociones. Las personas con apego evitativo tienden a evitar y minimizar los problemas.


Intimidad y cercanía: Las personas con apego seguro se sienten cómodos con la intimidad y la cercanía, mientras que los ansiosos pueden generar dependencia y los evitativos tienden a poner distancia.


Expectativas en la relación: En el apego seguro las expectativas suelen ser realistas y positivas, mientras que el estilo ansioso muestra temor al abandono y el evitativo no cree en la necesidad de una conexión emocional.

 

En conclusión:

El apego desarrollado en la infancia se refleja en nuestras relaciones adultas. Tratar de entender cómo es que está impactando en nuestras relaciones, nos permite trabajar en nuestras dinámicas relacionales y a través de la autorreflexión y la terapia podríamos mejorar nuestras relaciones y alcanzar una mejor salud mental.

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